jueves, 13 de agosto de 2009

CLOTILDE SOSA

Rebeldes Guadalupe Lucero y Gabino Lozano, en poblaciones del estado de Guerrero limítrofes con Puebla. Siguió combatiendo al zapatismo y logró pacificar relativamente su zona de operaciones hasta que el 4 de mayo de 1918 murió en la ciudad de Atlixco, Puebla, víctima de las heridas de bala que recibió en un combate realizado en San Baltazar, pueblo de la jurisdicción de la mencionada ciudad. Clotilde Sosa fue sepultado ahí mismo con los honores correspondientes a su grado. Al frente de sus tropas quedó su hermano el coronel Anastasio Sosa.
De su muerte el mismo corrido de Marciano Silva dice:

Clotilde Sosa a la vista
quiso dar un escarmiento
a los bravos arenistas ,
pero en su tal pensamiento
fue el de labrar su desdicha,
pues su triunfo fue funesto,
que lo llevó a toda prisa
en un tranvía casi yerto.


En su memoria, una calle del municipio de Zacatepec, Morelos, lleva su nombre.


CLOTILDE SOSA MÉNDEZ
General

De estatura regular, fornido, cara redonda, moreno, chino, con bigote y nube en un ojo, risueño pero enérgico. Su carácter le ganó el respeto de sus subalternos en la Revolución ya que sus órdenes se cumplían sin chistar. Nació el 3 de junio de 1884 en la ranchería de El Progreso, Piaxtla, distrito de Acatlán, Puebla. Fueron sus padres Julián Sosa y Ricarda Méndez.
Debido a su carácter, continuamente tenía problemas con la policía. Como los de su tiempo, era buen charro y se dedicaba a las labores del campo, en el lugar llamado Los Parajes, ayudado por su esposa Heliodora Bravo.
Era trabajador de los hermanos Daniel y Rafael Gil cuando Madero convocó a la Revolución pero se levantó en armas al inicio de 1911 en que Emiliano Zapata lo hizo. Uno de sus patrones, don Daniel, fue a ver Zapata para ponerse de acuerdo y como resultado, el jefe suriano le dio nombramiento de coronel para su hermano; este no aceptó y el nombramiento recayó en Clotilde Sosa que gustoso accedió. Sosa partió para el estado de Morelos llevándose a la hermana de sus patrones, la señorita Margarita Gil Prado.
Le tocó firmar el Plan de Ayala con grado de coronel el 28 de noviembre de 1911 y estuvo adherido al zapatismo, ala revolucionaria en la que alcanzó el grado de general brigadier. Operó principalmente en los estados de Puebla, Guerrero y Oaxaca. Sosa Méndez como muchos revolucionarios cometió abusos con los pueblos: el 10 de octubre de 1914 en Acaxtlahuacán, Puebla, el presidente municipal Antonio Maldonado y diecisiete vecinos lo denuncian por sus exigencias. El 31 de marzo de 1915 desde Chiautla, Puebla, el general Gabino Lozano Sánchez y otros denuncian ante Zapata a Sosa por más atropellos. Desde Chila de la Sal hasta Tulcingo, del mismo estado, llovieron quejas sobre la actitud de Clotilde Sosa.
El 10 de octubre de 1915 Clotilde Sosa llegó a la ciudad de Acatlán, Puebla, y dialogó con el general Ricardo Reyes Márquez, con don Juan Herrera y Anastasio Plácido. Tocaron el asunto de la amnistía que el gobierno carrancista ofrecía a los rebeldes y comenzaron a planear pasarse al bando carrancista. Consumaron el hecho el 12 de noviembre en la ciudad de Tehuacan, Puebla.
Convertido en jefe carrancista, el coronel Clotilde Sosa llegó a El Progreso, Puebla, su pueblo natal, el 30 de diciembre y comenzó a planear los ataques contra sus excompañeros zapatistas que habían convertido la región en sus centros de operaciones y desenfrenos. Al día siguiente atacó a las fuerzas de Guadalupe Lucero que merodeaban la zona y desde el poblado de Guadalupe Santa Ana hasta Acatlán logró poner en orden la situación. La alegría que despertó en los vecinos de Acatlán, hizo que le dieran cordial bienvenida con repique de campanas y muchos del pueblo se incorporaron a sus fuerzas. Hasta en la misa de Año Nuevo los feligreses que asistieron dieron gracias porque los zapatistas habían huido.
Clotilde Sosa, después de haber sido miembro del zapatismo, hasta había firmado el Plan de Ayala, se convirtió en uno de sus perseguidores más crueles, tal como se caracterizaron los carrancistas; permitió que sus fuerzas dieran muerte a la madre del general el Manco Gabino Lozano, la esposa de otro jefe zapatista y muchos rebeldes indefensos en el pueblo de Tecomatlán, el 20 de enero de 1916. Con el carrancismo, Clotilde Sosa alcanzó el grado de general de división.
Ahora carrancista a ultranza, estuvo con sus fuerzas en Tlaltizapán, Morelos, el 13 de agosto de ese año, fecha en que los constitucionalistas cometieron reprobable genocidio. Ese día, Tlaltizapán se tiño de sangre: 253 civiles indefensos fueron degollados por órdenes del general Pilar Sánchez en venganza porque Zapata había logrado huir ayudado por la población. Entre las víctimas se contaron hombres, mujeres y niños. Además, profanaron el mausoleo de la iglesia del lugar sacando los cadáveres que ahí se depositaron y dejándolos insepultos. De las acciones de Sosa en ese día Marciano Silva nos dice en un corrido:

Clotilde Sosa, cruel, inhumano
se hizo notable cual un Nerón
matando inermes conciudadanos,
quemando casas sin compasión,
mas la justicia llegó temprano
para ese insecto, ¡Qué admiración!,
tal es el premio de los tiranos
cuando se sueñan un Napoleón.

Acatlán de Osorio, había estado asediada y dominada continuamente por las distintas facciones revolucionarias. Hoy zapatista, mañana constitucionalista, después por los rebeldes de Higinio Aguilar. Pero una de sus mejores épocas durante este agitado periodo fue cuando el general Dolores Damián rehabilitó y administró la hacienda del lugar, llamada Santa Ana. Hubo relativa paz y prosperidad económica, pues el general dio amplias garantías al vecindario. La otra finca, ubicada en la Axuchilera, la administró uno de sus lugartenientes, el general Juan Rodríguez. Del producto de la molienda, fabricación de aguardiente y panela, se pudo pagar los haberes de la tropa. Del 1 de marzo al 4 de junio de ese año la población vivió el proyecto zapatista, hasta que llegó el general Manuel Aguilar, sobrino del general Higinio Aguilar, revolucionario cochupero a más no poder y yerno del olvidado Porfirio Díaz.
El 21 de agosto las fuerzas de los generales Clotilde Sosa y Ricardo Reyes Márquez atacaron Acatlán y después de cruenta batalla lograron desalojar a los aguilaristas muriendo en este encuentro su jefe Manuel Aguilar.

miércoles, 22 de abril de 2009


El Loco Manzanares

Su nombre completo fue Celerino Manzanarez Gomes y nació en Tlaquiltenango, Morelos, el 13 de febrero de 1892 producto de la relación de don Vicente Manzanares y doña Ignacia Gomes.

Campesino como la mayoría de su tiempo, pero pudo aprender a leer y escribir. Se casó, antes del conflicto armado, con la señora Aeropagita Alvear con quien procrea a sus dos hijos, Roberto y Maura.

Al iniciar la Revolución se dio de alta el 20 de marzo de 1911 con el general Lorenzo Vázquez y estuvo con él hasta agosto de 1916, fecha en la que Vázquez es dado de baja del Ejército Libertador por órdenes de Zapata.

Al general Celerino Manzanares le apodaban El Loco, tal vez porque nació en febrero, pero también eran conocidos sus arranques de valiente y acciones fuera de lo común. Tal fue su carácter bromista que al mismo Emiliano Zapata le escondió su sable. “¡Dame mi sable, Loco chingao, donde lo metiste!”, dicen que dijo Emiliano. Por eso algunos creen que Zapata lo bautizo como El Loco.

Manzanares asistió al sitio y toma de Jojutla del seis de abril de 1912 contra las fuerzas maderistas, hecho en que los rebeldes salieron airosos. Era sábado de Gloria, por eso Zapata creía que atacar esos días era de buena suerte.

Entre 1914 y 1916, Manzanares tuvo su cuartel en lo que fue la casa de la familia Reyna de Tlaquiltenango (hoy jardín de niños Luz María Serradel). Hasta aquí ostentaba el grado de coronel.

El ultimo combate librado por su guerrilla y otros generales como Gabriel Mariaca; el recién ascendido a coronel, Elpidio Perdomo García; coronel Juan Rojas Torres; Anselmo Hernández; general Pedro Saavedra; coronel Federico Figueroa Romero y otros, es planeado en el cerro El Jilguero el 4 de noviembre de 1919. Deciden atacar a los carrancistas apostados en Tlaquiltenango que estaban bajo los órdenes del capitán Mateo Lizárraga. El combate se inicia en el punto llamado La Maroma al día siguiente, durando de las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. En este hecho de armas Anselmo Hernández cayó mal herido y quedó semiparalítico debido a las heridas en la columna vertebral. Los zapatistas deciden retirarse, debido a la superioridad numérica y de que le llegaron más refuerzos al enemigo.



Después de la muerte de Zapata, Manzanares se unifica con las fuerzas obregonistas el ocho de mayo 1920. Se incorpora al Ejercito Nacional donde le reconocen el grado de general brigadier. En el año de 1925 tuvo una hija con Elpidia Rodríguez, hermana del general Eutimio Rodríguez Flores, de nombre Inés.

Por chismes e intrigas Celerino da muerte a otro militar en la ciudad de Cuernavaca. Es recluido por esta causa en la prisión militar de Santiago Tlaltelolco, de la ciudad de México.
Por el año de 1929 muere Elpidia, y Manzanares liberado de prisión por unos compadres árabes, llega a san Nicolás Obispo (hoy Galeana, municipio de Zacatepec, Mor.) en compañía de su hija Inés. Es recibido en la casa de don Wenceslao Carrillo, padre de la zapatista Esperanza Carrillo. En este pueblo conoce a la señora Efrén Alvear con quien vive en pareja. La razón por la que Celerino vivió en Galeana fue porque militares enviados por el general Joaquín Amaro Domínguez deseaban asesinarlo para vengar la muerte del militar que el había acribillado en Cuernavaca y en Tlaquiltenango no se sentía seguro.

En julio de 1932 visita a su compadre Juan Vergara Ramírez, padrino de bautizo de Inés, a quien le deja bajo su cuidado a esta ultima. Manzanares había comenzado a sentirse enfermo físicamente y su salud no presagiaba nada bueno. El alcoholismo crónico que padecía mostraba sus secuelas.

Los últimos días de agosto cae finalmente en cama y después de un mes de convalecencia, muere el 27 de septiembre de ese mismo año en Galeana, municipio de Zacatepec, en la casa de sus padrinos de bautizo, don Carmen Valle y Cayetana Quiroz. Su sobrino político Bartolo Rodríguez Zúñiga, entonces de 22 años, quien lo vio morir, viaja a Tlaquiltenango para avisar a sus familiares. Hubo un conato de violencia, pues los familiares deseaban trasladar el cuerpo a su pueblo natal y los amigos de Galeana querían sepultarlo en este lugar. La intervención de Fortino Valle resolvió el asunto.

Los restos del general Celerino Manzanares Gomes descansan en la capilla posa que esta al sureste del edificio del convento de santo Domingo de Guzmán de Tlaquiltenango, Morelos. En esa misma tumba se encuentran los restos del general Eutimio Rodríguez. En su memoria, en Tlaquiltenango, una colonia y la escuela del mismo lugar, así como en Galeana, una calle, llevan su nombre.